Seguro que a vosotros también os pasa, compramos ropa al menos una vez al mes, tiramos comida a la basura (demasiado a menudo). Y este no es un buen modelo de economía. Ni para la economía de un país ni por supuesto para el medio ambiente.
El cambio climático, las emisiones de gases de efecto invernadero como el CO2 y la producción de materiales están estrechamente relacionados.
¿Exactamente que es la economía circular?
Se calcula que el 62% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (excluyendo las del uso de la tierra y la silvicultura) se liberan durante la extracción, el procesamiento y la fabricación de bienes para satisfacer nuestras necesidades. ¿Sabías que sólo el 38% de esos gases se emiten en la entrega y el uso de los productos?
Es hora de cambiar y en nuestras manos están las herramientas para hacerlo, ¿cómo? La economía circular es un punto de partida fundamental.
¿Qué es la economía circular?
Empecemos por el principio. Para descubrir todo sobre la economía circular, primero debemos hablar de su opuesto: la economía lineal. Y ¿qué es la economía lineal? Es la que actualmente llevamos a cabo, empresas, gobiernos… y también los ciudadanos.
Es muy sencillo y a la vez la peor de las acciones. Se recoge la materia prima de los recursos naturales, se fabrica el producto, lo adquirimos, lo utilizamos y por último lo desechamos.
Os pongo un ejemplo. ¿Quién no se ha comprado un teléfono móvil y ha adquirido otro antes de que se estropeara? Simplemente por mero capricho. Quizás es ahí donde reside el verdadero conflicto.
La economía circular se basa concretamente en no desperdiciar de forma tan rápida los productos que fabricamos, sino en reutilizarlos.
Por ello es tan importante actuar desde ya. Estos son los principios básicos de la economía circular que pueden ayudarnos:
Ecodiseño y producción: la forma en que se fabrican y envasan los productos puede hacer la diferencia. Por ejemplo, si en un mismo envase nos mezclan plástico y cartón, ¿cómo esperan que lo reciclemos?
Ecología industrial y territorial: gestionando de forma optimizada los stocks y los flujos de materiales, energía y servicios.
Economía de la “funcionalidad”: priorizar el uso frente a la posesión.
Reutilizar los productos o partes de los mismos.
Reparación: no dar por perdidos de forma tan rápida los productos estropeados, darles una segunda vida.
Valorización energética de los residuos que no se pueden reciclar.
El objetivo último es que en la basura, y por lo tanto después en los vertederos, acabe la menor cantidad posible de residuos, porque el mejor residuo es el que no se genera.
El papel de la energía dentro de la economía circular
La UE creó en 2015 un plan llamado “Cerrar el Círculo: un plan de acción de la UE para la economía circular”, este documento inspiraría el informe “Estrategia Europea de la Economía Circular” del 2019.
En el plan se recogen los compromisos globales que se deben alcanzar junto con las iniciativas para financiar los diferentes proyectos innovadores que mejoren y contribuyan a esta economía circular.
La energía, como elemento transversal de la economía, está presente en todo el documento, no solo en la parte referente a la valorización energética de los residuos que no se pueden reciclar, sino también en el diseño de esos productos (ecodiseño), cómo se publicitan (etiquetado) y cómo la bioeconomía puede ser una alternativa a los productos y la energía derivados de combustibles fósiles.
Y os preguntareis cómo se pretende llevar a cabo este cambio. Los puntos más urgentes son los siguientes:
Gestión de residuos
La gestión de residuos desempeña un gran papel en la economía circular. En España la generación de residuos municipales en 2017 fue de 248 millones de toneladas. Según la Unión Europea el objetivo fijado para los residuos municipales es de un 55% para 2025, dejando en vertederos un 10% para 2035. Pero, ¿llegarán a cumplirse estos objetivos?
Un punto de partida es establecer una jerarquía común creando una serie de prioridades desde la prevención, la preparación para la reutilización, el reciclado y la recuperación de energía, hasta la eliminación de los residuos. Ya hay leyes, europeas y nacionales, que establecen esta jerarquía.
Consumo
Aquí tenemos mucho que ver todos los ciudadanos y nuestras decisiones a la hora de adquirir productos. Es importante tener en cuenta que la toma de decisiones está determinada por la información que tenemos los consumidores a la hora de comprar. La variedad de productos, los precios, el etiquetado, envasado y composición…
Por ello una completa información por parte de los consumidores es crucial para que su decisión de compra sea la más adecuada y sostenible posible.
Dentro del consumo de productos es muy apropiado ahora mismo que os hable de la bioeconomía. Para los consumidores es una alternativa a esos productos que se generan a base de combustibles fósiles, haciendo que los recursos sean biológicos y renovables. ¡Tomad nota! Es una opción muy acertada.
Cambios en los procesos de producción
Aunque existen productos diseñados de forma inteligente y novedosa el uso ineficiente de esos recursos en los procesos de producción puede dar lugar a una significativa generación de residuos.
Es importante aplicar la innovación en todos los procesos y no solamente en el apartado tecnológico. Grandes ejemplos son la economía colaborativa, el autoconsumo o las comunidades energéticas y locales, que comparten gastos y energía de forma eficiente.
Por último quiero hablaros de la contratación pública que representa un papel importante en la transición energética. Para marcar los principios por los que se debe regir la contratación pública tenemos en nuestro país el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) haciendo referencia al Plan de Contratación Pública Ecológica de la Administración General del estado.
Este Plan marca como objetivo que la contratación de energía eléctrica sea 100% renovable en el año 25 para todo el consumo de edificios y servicios de la AGE, y además habla de medidas como el fomento de la inclusión de criterios ecológicos en la contratación, el fomento del cálculo de la huella de carbono y su reducción, la compra pública de energía verde…
¿Qué podemos (y debemos) hacer los ciudadanos?
En lo que a mí respecta hay ciertos aspectos donde la ciudadanía puede actuar y ser un auténtico revolucionario, ya que como consumidores, somos el motor de esa economía. Todos con nuestras decisiones (las de millones de personas) podemos aportar nuestro granito de arena al modelo de economía circular.
Como por ejemplo gracias al autoconsumo. Y es que es una de las mejores opciones para tener una mayor independencia energética y reducir en gran medida las emisiones de CO2 a nivel particular.
El reciclaje, el uso consciente de los materiales y productos que adquirimos, alargar la vida de esos productos y utilizar alternativas sostenibles en energía, son otras opciones importantes que debemos instalar en nuestras vidas.
Pero no encontramos con una barrera, el desconocimiento. ¿Sabías que en nuestro país 2 de cada 10 personas afirma no conocer el concepto de Economía Circular?
Y de todos los que sí conocemos este modelo, ¿cuántos lo aplicamos en nuestro día a día?
Via: ecoticias.com
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