martes, 21 de junio de 2011

¿QUÉ PASA CUANDO COMPRAMOS UNA CASA?

Comprar una casa no es lo mismo que comprar una acción, un aire acondicionado o un coche. Una casa representa el tipo de vida que se quiere vivir. Y teniendo en cuenta su precio, una casa y el valor que esta gana o pierde representa de forma muy concreta la forma de vida que se podrá llegar a tener.

 De este modo, resulta tanto sorprendente como perturbador ser consciente de que nuestra percepción del sector inmobiliario es susceptible de verse afectado por muchas fuerzas estúpidas que inciden sobre muchas otras decisiones de consumo.
Por ejemplo, un estudio de Michael Seiler, un catedrático de la Old Dominion University, ha descubierto que tanto hombres como mujeres (aunque en particular los hombres) son susceptibles de sentirse atraídos por las agentes inmobiliarias. Cuanto más atractiva sea la agente, más estará dispuesto a pagar el comprador. Incluso, cosas superficiales como que una habitación esté pintada en un color horrible puede hacer que la gente esté menos predispuesta a comprar una casa, pese a que sea algo que se arregle con dos botes de pintura.
Lo que resulta más problemático, no obstante, es cómo nuestras mentes se pueden ver atraídas por los valores que consideramos que tienen nuestras casas. Cuando un mercado se va a pique,  los vendedores deben recalibrar sus expectativas y conducta, teniendo en cuenta que tendrán que vender por un importe inferior.
Por descontado, nuestros cerebros no funcionan así. En cambio, somos susceptibles a la aversión a la pérdida, singularidad mental por la que sentimos de forma más intensa las pérdidas que las ganancias equivalentes. De este modo, establecemos el precio de nuestra propiedad no por lo que el mercado sería capaz de soportar, sino por lo que pagamos y consideramos que «tenemos que» obtener a cambio. Por otro lado, el mercado no tiene en cuenta el valor sentimental de tu casa, vale exactamente igual que la de tu vecino, independientemente de al precio que él la compró y las vivencias que él haya tenido allí.
No es necesario una burbuja o un pinchazo para desencadenar este fenómeno: un estudio más reciente ha publicado que los propietarios de viviendas sobreestiman sistemáticamente el valor de sus viviendas entre un 5 y un 10 por ciento. La única cura para esto es comprar la vivienda propia en un momento de depresión. De hecho, estos compradores pueden infravalorar el valor de sus viviendas. Los compradores que compran en estos momentos, pueden tener una ventaja cognitiva frente a los próximos años. Los compradores en momentos de auge, sin embargo, tienen que acordar no solo las pérdidas económicas, sino también las pérdidas psicológicas y el arrepentimiento.

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