viernes, 14 de septiembre de 2012

Hotel Ayre en Barcelona



Enfrentarse a un solar a la sombra de la Sagrada Familia, una obra clave del maestro catalán Antoni Gaudí, es una oportunidad única en la vida de un arquitecto. El estudio  Wortmann Architects se han enfrentado al reto.


Implantación
Éramos perfectamente conscientes de que el particular estilo modernista – entendido como una versión catalana del Art Nouveau- influenciado por el surrealismo, los adornos de colores que reflejan elementos orgánicos obtenidos de la naturaleza, así como la osada estructura de la catedral, representa para la ciudad de Barcelona, ​​la misma atracción valerosa que el Museo Guggenheim de Frank Gehry representa para Bilbao.

Sección

También sabíamos que no podíamos simplemente cubrir algunos de los paramentos del edificio con el tradicional “trencadís”, un mosaico de azulejos de cerámica rota, como hacen multitud de bares y hoteles de la ciudad, imitando una técnica típica de los artesanos de Gaudí.

Nuestro recuerdo tenía que ser más efectivo, como un tributo comprometido a los principios de su enfoque arquitectónico y que todavía debía ser significativo en nuestros días. ¿Cómo debíamos hacerlo?


Concepto Fachadas

Encontramos la respuesta en la devoción de Gaudí por la naturaleza como la fuerza más inspiradora de su práctica arquitectónica. ¿No se inclinan sus columnas como árboles? Quién ha visitado alguna vez su excepcional edificio residencial “La Pedrera” en la avenida del Paseo de Gracia, sabe que la mayoría de sus espacios públicos están pintados con una Sinfonía de colores que recuerda el verano y el otoño, pintado sobre hojas de un bosque como lienzo.


© Stefan Müller

Uno de los principios destacados de la Sagrada Familia es su complejo sistema de módulos de medida que confiere un claro orden a todo el edificio y es la razón por la cuál, después de la muerte de Gaudí, otros podían seguir su legado, incluso sin un apoyo suficiente por planos arquitectónicos. Visionario, el maestro mostró una obsesión por los detalles que hoy en día ha resultado ser la clave para hacer viable la finalización del abrumador edificio.

“Todo lo grande en la tierra siempre empieza siendo pequeño”, tal como Lao-tse nos dijo.


Secciones

Siguiendo la línea guía trazada por nuestro abrumador vecino, definitivamente aceptamos introducir la serie Fibonacci en nuestro diseño, que matemáticamente define las proporciones en la naturaleza, digamos, entre el tronco y ramas durante el crecimiento de un árbol. Como se puede observar en el ritmo de las aberturas del patio central, el procedimiento intelectual de seguir un orden abstracto no es necesariamente incompatible con la voluntad de la forma. La animada composición muestra una sorprendente verosimilitud con el interior de las torres de la catedral.


© Stefan Müller

Como una forma contemporánea de integrar los colores vívidos de la naturaleza, añadimos finas líneas de elementos de iluminación LED a los cantos de los vanos de las ventanas. Gracias a la coordinación automatizada de los LED’s fue posible incluso reproducir una especie de “Gesamtkunstwerk” u obra de arte total, combinando el sonido y los efectos lumínicos, como las “Quatro Staggioni” de Vivaldi con el cambio de colores evocados por los cuatro conciertos barrocos. Tan solo una forma contemporánea de alcanzar la obra de arte que todo lo abarca prevista por Gaudí, siguiendo humildemente el camino marcado por el maestro.


© Stefan Müller

Conscientes del contexto histórico, actuamos como los arquitectos deberían, según nuestra opinión, de la mano de la modestia. En este sentido, tras varios meses de estudios y construcción de maquetas en el estudio, finalmente comprendimos que la maestría formal y complejidad técnica que estábamos intentando transferir a través de un estudio morfológico de la fachada de “La Pedrera”, estaba fuera de nuestro alcance. Tampoco estábamos dispuestos a considerar el esfuerzo de adaptación de la red estructural uniforme de un hotel a la expresividad desbordante de una joya del Art Nouveau, insertado en el Paseo de Gracia, para un mecenas como el conde Güell, el promotor del proyecto. Ni tampoco teníamos el poder para desarticular las críticas con la misma fuerza que Gaudí ejerció en su tiempo. Para esta última, es realmente curioso que la famosa “Pedrera”, padeciera originalmente la burla del público barcelonés, quiénes representaron al edificio como una cantera de piedra. Las dificultades iniciales que encontramos en nuestra primera actitud de diseño nos ayudaron a disciplinar nuestra propuesta, adoptando las trazas regulares de las fachadas características del patrón del “Eixample”, construido según el plan maestro diseñado por el ingeniero civil Ildefons Cerdà en 1860. Un plan que pese a ser rechazado por los propietarios de los medios de producción, -protagonistas de la revolución técnica-, debido a su red igualitaria que no satisfacía su idea de una ciudad como espejo del nuevo orden económico, acabó siendo impuesto por el gobierno central español de Madrid al Ayuntamiento de Barcelona.


© Stefan Müller

Hoy en día, el Plan Cerdà está reconocido como un proyecto pionero, debido a su efectividad resolviendo las necesidades actuales de tráfico y su capacidad de crear áreas residenciales protegidas dentro de los bloques. Los habitantes de Barcelona se sienten cómodos viviendo en sus calles racionalmente organizadas y la belleza uniforme y sólida de sus fachadas se adapta bien al carácter reservado de los catalanes.


© Stefan Müller

Es por este motivo que nos gustaba la idea de integrar el hotel en este esquema tradicional, aplicando el código de diseño local de una forma aún más conservadora, respetando fielmente las proporciones y distancias señaladas para las aberturas, pero aun así sintiendo que estábamos tratando de expresar el hecho de que en el interior de un cuerpo burgués latía el corazón vigoroso de un patio ocupado por una inspiradora sinfonía de colores y sonidos. En un gesto simple pero eficaz, rompimos los paneles de piedra entre los habitaciones adyacentes, llenando el vacío con finos paneles de alabastro unidos a láminas de vidrio laminado, cuyas medidas fueron escaladas según la serie de Fibonacci. Opacos durante el día, los paneles se vuelven translúcidos de noche, siguiendo la secuencia que los visitantes establecen al iluminar sus estancias. Por lo tanto las fachadas se convierten en un escaparate animado de la actividad del edificio.


Planta Altillo

Es tan solo una ventaja añadida al reto de levantar un proyecto en la cercanía de una incunable del turismo internacional que se nos permitió, adaptar la sección de nuestro edificio a la suave pendiente que existía en el terreno para crear una plaza pública en el interior del bloque, accesible desde el bar del hotel en planta baja. Por contrapartida por la inversión realizada para financiar el espacio público, se nos permitió demoler las viejas y descuidadas construcciones de dos plantas a lo largo del pasaje interior, consiguiendo una mayor superficie constructiva que sería añadida en la parte superior del edificio.


© Stefan Müller

Mediante esta operación, no sólo conseguimos una terraza con impresionantes vistas sobre la Sagrada Familia, sino que además, el visitante es consciente de la poderosa presencia del monumento nada más acceder al hotel.


© Stefan Müller

Queremos creer que en este preciso instante las sensaciones volátiles se transforman en una experiencia duradera, debido al esfuerzo de localizar nuestro propio edificio, su organización y la realidad interna, en una posición significativa hacia la historia y el lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario