Define las Naciones Unidas (ONU) una ciudad resiliente como una que “evalúa, planifica y actúa para prepararse y responder a peligros naturales y creados por el hombre a fin de proteger y mejorar la vida de las personas, asegurar los beneficios del desarrollo, fomentar un entorno de inversión e impulsar un cambio positivo”.
Estos desafíos, los tenemos a día de hoy muy presentes no sólo por la reciente celebración del Día Mundial de las Ciudades el 31 de octubre, sino también de manera más catastrófica tras los daños dejados por Dana o las últimas lluvias ocurridas en Barcelona.
Actualmente, diversas ciudades han hecho de la necesidad de resiliencia una virtud como pueden ser, Quito, Johannesburgo o Bangkok, entre otras. Destaca también la ciudad de Nueva Orleans donde la resiliencia cobra una especial importancia. Su proyecto ‘Resilient New Orleans’ es una respuesta a las catástrofes de las que ha tenido que reponerse: Katrina y Deepwater Horizon, entre otras. Y de las que, por ubicación y exposición a las inclemencias del cambio climático, tendrá que enfrentarse en el futuro.
POR LUIS NÚÑEZ-VILLAVEIRÁN
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